Cuando era niño, mis padres siempre me regañaban por intentar beber el wiski de mi abuelo. Imagínate, un niño pequeño, activo y curioso, observando a su abuelo sorber ese líquido espeso, dorado y suave. ¡Yo también quería beber un poco! Sin embargo, cada vez que intentaba beber en secreto aquella tentadora bebida, me metía en grandes problemas. Nunca entendí el porqué, y eso sería la causa de que pensamientos negativos sobre mis padres pasaran por mi mente. Al pasar los años, me di cuenta de por qué no me permitieron beber el whisky de mi abuelo; podría haberme envenenado. Una bebida alcohólica con un 40 por ciento en volumen no habría sido muy buena para mi pequeño estómago o hígado. Cuando era pequeño, no tenía acceso a la sabiduría en la que se basaba la decisión de mis padres, sin embargo, pensaba que mi negatividad hacia ellos estaba justificada.

Esta situación podría resumir la actitud atea hacia Dios, al tratar de comprender el mal y el sufrimiento que existe en el mundo. La historia mencionada no tiene la intención de menospreciar el sufrimiento y el dolor que experimentan las personas. Como seres humanos, debemos sentir empatía y encontrar formas de aliviar las dificultades de las personas. Sin embargo, el propósito del ejemplo no es otro que el de plantear un punto conceptual.

Debido a una preocupación, la cual podríamos decir que es genuina, por los seres humanos y otros seres sintientes, muchos ateos argumentan que la existencia de un Dios poderoso y misericordioso1 es incompatible con la existencia del mal y el sufrimiento en el mundo.

Si Él es realmente el Misericordioso, debería querer que el mal y el sufrimiento acabasen, y si Él es Todopoderoso, debería ser capaz de detenerlo. No obstante, dado que la maldad y el sufrimiento existen, da a entender que o no es poderoso, que carece de misericordia, o ambas cosas.

El argumento del mal y el sufrimiento tiene dos formas, la lógica y la evidencial. La forma lógica intenta argumentar que llegar a la conclusión de que Dios no existe es inevitable. Sostiene que es imposible que exista el mal y el sufrimiento, y al mismo tiempo, exista un Dios con los atributos de poder, conocimiento y bondad2.

Sin embargo, la forma lógica no nos muestra que la conclusión mencionada sea necesariamente correcta. A la siguiente forma lógica parece faltarle una premisa:3

  1. Si Dios existe, entonces Dios debe ser todopoderoso y omnisciente y a la vez permite que haya maldad en el mundo.
  2. Si Dios es benévolo, entonces eliminaría el mal.
  3. Si Dios es todopoderoso, entonces sería capaz de eliminar el mal.
  4. Si Dios lo sabe todo, entonces sería consciente de cualquier mal que existiese.
  5. Por lo tanto, Dios no existe.4

La premisa que falta es: “Si hay un ser que conoce todo el mal, quiere eliminar el mal y es capaz de eliminar el mal, ese ser no permitiría que hubiese ningún mal en el mundo.”5 Esta premisa oculta intenta confirmar una relación lógica de forma necesaria entre las premisas anteriores y la conclusión.

Para desmontar esta afirmación, todo lo que se necesita hacer es proporcionar una posible explicación a la existencia de Dios y el mal de forma paralela. Dado que hay una gama de posibles explicaciones, la premisa oculta de la forma lógica se ve socavada.6

La forma probatoria sostiene que, dada la naturaleza y abundancia del mal, y el aparente sufrimiento innecesario en el mundo, es muy poco probable que exista un Dios con atributos como la bondad, la misericordia y el poder.

Esta perspectiva del problema del mal y el sufrimiento es intelectualmente débil porque se basa en dos importantes suposiciones falsas. La primera hace referencia a la naturaleza de Dios. Asume que Dios es solo Misericordioso y Todopoderoso, por lo que aísla dos atributos e ignora otros que el Corán ha revelado acerca de Dios. En la forma evidencial se incluye el conocimiento de Dios, pero asumiendo falsamente que somos capaces de comprender la totalidad del conocimiento de Dios, negando la realidad, que tenemos limitaciones epistémicas y nunca podremos adquirir la totalidad del conocimiento de Dios.

La segunda suposición asume que Dios no nos ha proporcionado razones válidas por las que ha permitido que exista el mal y el sufrimiento,7 lo cual no es cierto. La revelación islámica sí que nos proporciona razones por las que Dios ha permitido que exista el mal y el sufrimiento, y ambas suposiciones serán abordadas a continuación.

 

¿Es Dios solo Misericordioso y Todopoderoso?

Según el Corán, Dios es Al-Qadír, que significa el Todopoderoso, y Ar-Rahmán, que significa El Misericordioso, que también indica compasión. El Islam llama a la humanidad a conocer y creer en un Dios poderoso, misericordioso y benévolo. Sin embargo, lo que el ateo hace es tergiversar gravemente la concepción islámica integral de Dios. Dios no es sólo el Misericordioso y el Todopoderoso; ya que como hemos visto, tiene muchos nombres y atributos. Todos estos atributos se entienden de manera integral a través de la unicidad de Dios.

Por ejemplo, uno de Sus nombres es Al-Hakím, que significa El Sabio. Dado que la naturaleza misma de Dios es Su sabiduría, se deduce que todo lo que Él quiere está en consonancia con esa sabiduría divina. Cuando algo se explica por una sabiduría subyacente, implica que existe una razón para su ocurrencia. No obstante, el ateo reduce a Dios a dos atributos y al hacerlo construye un hombre de paja, tergiversando la concepción islámica de Dios, participando así en un monólogo irrelevante.

El escritor Alom Shaha, que escribió ‘El manual del joven ateo’, responde a la afirmación de que, la sabiduría divina es una explicación para el mal y el sufrimiento, describiéndola como una evasión intelectual:

“El problema del mal realmente desconcierta a la mayoría de los creyentes comunes. Según mi experiencia, por lo general responden con una respuesta como, ‘Dios se mueve de maneras misteriosas’. A veces dicen, ‘El sufrimiento es la manera en que Dios nos pone a prueba’, a lo que la respuesta obvia es: ‘¿Por qué tenemos que ponernos a prueba de maneras tan malvadas? ‘A lo que la respuesta vuelve a ser, ‘Dios se mueve de maneras misteriosas”.8

Alom, como muchos otros ateos, comete la falacia del argumentum ad ignoratium, argumentando desde la ignorancia. El hecho de que no pueda acceder a la sabiduría divina no significa que ésta no exista. Este tipo de razonamiento es típico de los niños pequeños. Muchos niños son regañados por sus padres por algo que quieren hacer, como comer demasiados dulces. Los niños pequeños generalmente responden llorando o con rabietas porque piensan que mamá y papá están siendo malos con ellos, pero no se dan cuenta de la sabiduría que subyace a su objeción (en este caso, demasiados dulces son malos para los dientes).

Además, este argumento malinterpreta la definición y la naturaleza de Dios. Dado que Dios es trascendente, conocedor y sabio, se deduce lógicamente que los seres humanos limitados no podemos comprender plenamente la voluntad divina. Incluso el mero hecho de sugerir que podemos apreciar la totalidad de la sabiduría de Dios implicaría que fuésemos como Dios, lo que niega el hecho de Su trascendencia, o sugiere que Dios es limitado, como un ser humano. Este argumento no atrae a ningún creyente, ya que el musulmán no cree en un Dios creado y limitado.

Referirse a la sabiduría divina no es una evasión intelectual, ya que no se hace referencia a algo misterioso y desconocido. Más bien, se trata de comprender verdaderamente la naturaleza de Dios y sacar las conclusiones lógicas necesarias. Como señalé antes, Dios tiene la imagen y nosotros solo tenemos un píxel, si eso.

Como he mencionado en otros artículos, el problema del mal y el sufrimiento expone un sesgo cognitivo conocido como “egocentrismo”. Una persona así no puede ver ninguna perspectiva sobre un tema en particular aparte de la propia. Algunos ateos sufren de este sesgo cognitivo. Asumen que, dado que no pueden comprender ninguna buena razón para justificar el mal y el sufrimiento en el mundo, todos los demás, incluido Dios, también deben de tener el mismo problema. Por eso niegan a Dios, porque asumen que Dios no puede ser justificado por permitir el mal y el sufrimiento en el mundo. Si Dios no tiene justificación, entonces la misericordia y el poder de Dios son ilusiones y, por tanto, el concepto tradicional de Dios queda anulado. Sin embargo, todo lo que los ateos hacen es superponer su perspectiva a Dios. Es como intentar argumentar que Dios debe pensar cómo pensamos los humanos, lo cual es un error, porque los seres humanos y Dios no se pueden comparar, ya que Dios es trascendente y tiene la totalidad de la sabiduría y el conocimiento.

Llegados a este punto, el ateo podría responder describiendo lo anterior como una forma inteligente de evadir el problema: si el teísta puede referirse a la sabiduría de Dios como algo tan grande que no se puede llegar a entender, entonces podemos explicar cualquier cosa ‘misteriosa’ haciendo referencia a una sabiduría divina. Personalmente podría decir que siento cierta empatía con este argumento; sin embargo, en el contexto del problema del mal y el sufrimiento, es un argumento erróneo.

Ante todo, es el ateo el que hace referencia a los atributos de Dios; Su poder y misericordia. Los ateos deben referirse a Dios como quien es, no como un ser limitado solo a dos atributos. Si incluyeran otros atributos como la sabiduría, su argumento ya tendría validez. Si aceptasen incluir el atributo de la sabiduría, tendrían entonces que mostrar cómo puede la sabiduría divina ser incompatible con un mundo en el que existe el sufrimiento y la maldad, algo que sería imposible de probar, porque nosotros mismos admitimos nuestra inferioridad intelectual, como ocurre en muchos ejemplos en nuestra vida intelectual y práctica. En otras palabras, hay casos en los que nos sometemos racionalmente a una sabiduría y realidades que no podemos comprender. Por ejemplo, cuando visitamos al médico, asumimos que el médico es una autoridad. Confiamos en el diagnóstico del médico teniendo en cuenta esta misma idea. Incluso estamos dispuestos a tomarnos el medicamento que nos receta el médico sin pensarlo dos veces. Este y muchos otros ejemplos similares muestran claramente que hacer referencia a la sabiduría de Dios no es intentar evitar el problema. Más bien, se trata de demostrar con precisión quién es realmente Dios, y no simplemente decir que Dios tiene solo dos atributos. Dado que Él es Sabio, y Sus nombres y atributos son completamente perfectos, deducimos que hay sabiduría detrás de todo lo que Él hace, incluso si no llegamos a conocer o entender esa sabiduría.

Muchos de nosotros no comprendemos cómo funcionan las enfermedades, pero el hecho de que no comprendamos algo no quiere decir que debamos negar su existencia. El Corán utiliza historias y narrativas profundas para inculcarnos este entendimiento. Tomemos, por ejemplo, la historia de Moisés y un hombre que encontró en uno de sus viajes, conocido como Jidr. Moisés lo observó hacer cosas que aparentemente parecían injustas y malvadas, pero al final de su viaje, esa sabiduría a la que Moisés no tenía acceso en un principio posteriormente salió a la luz:

“Dijo: Eso es lo que estábamos buscando y volvieron sobre sus pasos rastreando.

Así dieron con uno de Nuestros siervos al que le habíamos concedido una gracia procedente de Nosotros y al que habíamos enseñado un conocimiento de Nuestra parte.

Musa le dijo: ¿Puedo seguirte para que me enseñes una guía recta de lo que se te ha enseñado?

Dijo: Realmente no podrás tener paciencia conmigo.

¿Cómo podrías tener paciencia con algo de lo que no puedes comprender lo que esconde?

Dijo: Si Allah quiere me hallarás paciente y no te desobedeceré en nada.

Dijo: Si me sigues no me preguntes por nada si yo no te hago mención de ello.

Así partieron hasta que cuando habían subido en una embarcación, le hizo un agujero.

Entonces dijo: ¿Lo has hecho para ahogar a los que van en ella?

Realmente has cometido algo grave.

Dijo: ¿No te dije que no podrías tener paciencia conmigo?

Dijo: No me tomes en cuenta mi olvido ni me impongas algo difícil.

Y se pusieron a andar hasta que dieron con un muchacho al que mató, dijo: ¿Has matado a un ser puro sin haber sido a cambio de otro? Realmente has cometido un hecho reprobable.

Dijo: ¿No te dije que no podrías tener paciencia conmigo?

Dijo: Si en lo sucesivo vuelvo a pedirte explicaciones no dejes que te acompañe más, mis excusas ante ti se han agotado.

Y así partieron hasta que llegaron a la gente de una ciudad a los que pidieron de comer, pero ellos se negaron a darles hospitalidad.

Allí encontraron un muro que amenazaba derrumbarse y lo enderezó.

Dijo: Si quisieras podrías pedir un pago por ello.

Dijo: Esta es la diferencia entre tú y yo.

Voy a decirte la interpretación de aquello con lo que no has podido tener paciencia:

En cuanto a la embarcación, pertenecía a unos pobres que trabajaban en el mar y quise estropearla porque los perseguía un rey que se apropiaba a la fuerza de todas las embarcaciones.

El muchacho tenía padres creyentes y temíamos que les obligara a la rebelión y a la incredulidad.

Y quisimos que su Señor les diera a cambio uno mejor que él, más puro y más propenso a la compasión.9

Y en cuanto al muro, era de dos muchachos de la ciudad que eran huérfanos y debajo del mismo había un tesoro que les pertenecía. Su padre había sido de los justos y tu Señor quiso que llegaran a la madurez y pudieran sacar su tesoro como una misericordia de parte de tu Señor; no lo hice por mi cuenta. Esta es la interpretación de aquello con lo que no pudiste tener paciencia”10 (Corán, Capítulo La Caverna)

Además de contrastar nuestra sabiduría limitada con la de Dios, esta historia también brinda algunas lecciones clave y conocimientos espirituales. La primera lección es que, para comprender la voluntad de Dios, hay que ser humilde. Moisés se acercó a Jidr y supo que tenía un conocimiento divinamente inspirado que Dios a él no le había dado. Moisés pidió humildemente aprender de él, pero Jidr puso en duda su capacidad para ser paciente; sin embargo, Moisés insistió y quiso aprender. (El estatus espiritual de Moisés es muy alto según la tradición islámica. Él era un profeta y mensajero, pero aun así se acercó al hombre con humildad.)

La segunda lección es que se requiere paciencia para lidiar emocional y psicológicamente con el sufrimiento y el mal en el mundo. Jidr sabía que Moisés no podría ser paciente con él, ya que iba a hacer cosas que Moisés entendería como malvadas. Moisés trató de ser paciente en un principio, pero siempre cuestionaba las acciones del hombre y expresaba su disconformidad por el mal que percibía. Finalmente, Jidr le explicó la sabiduría divina que había detrás de sus acciones después de constatar que Moisés no pudo ser paciente.

Lo que aprendemos de esta historia es que, para poder lidiar con el mal y el sufrimiento en el mundo, empezando por admitir nuestra incapacidad para comprenderlo, debemos ser humildes y pacientes. Al comentar los versículos anteriores, el erudito clásico Ibn Kazir comentó que Jidr era aquel a quien Dios le había dado conocimiento de la realidad que existe detrás del mal percibido y el sufrimiento, y ese mismo conocimiento no se lo había otorgado a Moisés. Con referencia al significado de la afirmación, “No podrás ser paciente conmigo”, Ibn Kazir escribió: “No podrás acompañarme cuando me veas haciendo cosas que van en contra de tu ley, porque yo tengo un conocimiento de Dios que no te ha enseñado, y tú tienes conocimiento de Dios que no me ha enseñado a mí”.11

Resumiendo, la sabiduría de Dios es ilimitada y completa, mientras que nosotros tenemos una sabiduría y conocimiento limitados. Otra forma de decirlo es que Dios tiene la totalidad de la sabiduría y el conocimiento; y nosotros solo podemos llegar a tener algunos detalles. Vemos las cosas desde la perspectiva de nuestro punto de vista fragmentario. Caer en la trampa del egocentrismo es como creer ser capaz de tener la imagen de todo el rompecabezas viendo solo una pieza de este. Es por ello que, Ibn Kazir explicando el verso, “¿Cómo podrías ser paciente en asuntos que escapan a tu conocimiento?” lo cual muestra que hay una sabiduría divina a la que no podemos acceder, comenta: “… Ya que sé que me denunciarás justificadamente, pero tengo un conocimiento de la sabiduría de Dios y los intereses ocultos que se me han mostrado a mí, y a ti no”.12

La opinión de que todo lo que sucede está en consonancia con una sabiduría divina, nos empodera y es positivo. Esto se debe a que la sabiduría de Dios no contradice otros aspectos de su naturaleza, como su perfección y bondad. Por lo tanto, el mal y el sufrimiento son, en última instancia, parte de un propósito divino. Como muchos otros eruditos clásicos, el erudito del siglo XIV Ibn Taymiyyah resume bien este punto: “Dios no crea el mal puro. Más bien, en todo lo que crea hay un propósito sabio, en virtud de lo que es bueno. No obstante, para algunas personas puede haber algo de maldad, pero esta es una maldad parcial y relativa. En cuanto al mal total o al mal absoluto, el Señor está libre de ello “.13

No con ello estamos negando el concepto de verdades morales objetivas que mencionamos en el capítulo anterior. Incluso si todo está en consonancia con la bondad y el mal es “parcial”, no socava el concepto de un mal objetivo. Como se comentó, el mal objetivo no es absoluto, sino que es un mal basado en un contexto particular o un conjunto de variables. Por lo que algo puede ser objetivamente malo debido a ciertas variables o contexto, y al mismo tiempo puede tener un propósito divino, el cual es bueno y sabio.

Pensar así evoca respuestas psicológicas positivas en los creyentes, ya que todo el mal y todo el sufrimiento que ocurre tienen un propósito divino. Ibn Taymiyyah también comenta sobre este punto: “Dios, exaltado sea, es Creador de todo, crea el bien y el mal con un sabio propósito, así que Su acción es buena y perfecta”.14

Henri Laoust, en su Ensayo ‘Sur les doctrines sociales et politiques de Taki-d-Din Ahmad b. Taimiya’, también explica esta posición: “Dios es esencialmente providencia. El mal no tiene existencia real en el mundo. Todo lo que Dios ha querido sólo puede entenderse como una justicia soberana y una bondad infinita, siempre que se conciba desde el punto de vista de la totalidad y no desde el conocimiento fragmentario e imperfecto que tienen sus criaturas de la realidad …”15

 

¿Nos ha dado Dios razones por las que ha permitido que exista el mal y el sufrimiento?

Es suficiente responder a la segunda suposición proporcionando un argumento, el cual es sólido, de que Dios nos ha informado sobre algunas de las razones por las que ha permitido el mal y el sufrimiento en el mundo. Muchas de ellas también han sido proporcionadas por la riqueza intelectual del pensamiento islámico.

 

Nuestro propósito es la adoración

El propósito principal del ser humano no es disfrutar de una sensación transitoria de felicidad; más bien, es lograr una paz interna profunda a través del reconocimiento y la adoración a Dios. Este cumplimiento del propósito divino nos proporcionará alegría eterna y una felicidad verdadera. Entonces, si este es realmente nuestro propósito principal, otros aspectos de la experiencia humana acaban siendo secundarios. El Corán dice: “Yo no creé a los genios y al hombre excepto para adorarme”.16

Imaginemos a una persona que nunca ha llegado a experimentar ningún sufrimiento o dolor, alguien que solo ha experimentado placer y bienestar durante toda su vida. Esta persona, por su estado de comodidad, probablemente se olvide de Dios y, por lo tanto, no llegue a cumplir con el propósito por el que fue creado. Comparemos a esta persona con alguien cuyas experiencias, llenas de dificultades y dolor, lo llevaron a Dios y así, a cumplir con su propósito en la vida. Desde la perspectiva de la tradición espiritual islámica, aquel cuyo sufrimiento lo ha llevado a Dios es mejor que el que nunca ha sufrido y cuyos placeres lo han alejado de Dios.

 

La vida es una prueba

Dios nos creó para probarnos, y parte de esa prueba es experimentar dificultades que conllevan sufrimiento y ese mal que nosotros percibimos. Pasar esta prueba nos facilitará llegar a esa morada eterna llena de felicidad en el paraíso.

El Corán nos muestra que Dios creó la muerte y la vida, “para poneros a prueba y descubrir cuál de vosotros es el mejor en sus obras: Él es el Todopoderoso, El Perdonador”.17

Normalmente, el ateo suele malinterpretar el propósito de nuestra existencia en la Tierra. Se supone que el mundo es un escenario de pruebas y tribulaciones para poner a prueba nuestra conducta y para que cultivemos la virtud. Por poner un ejemplo, ¿cómo podríamos cultivar la paciencia si no experimentamos cosas que nos pongan a prueba? ¿Cómo podríamos llegar a ser valientes si no existen peligros que afrontar? ¿Cómo podríamos llegar a ser compasivos si nadie lo necesitase? La vida en sí, al ser una prueba, nos responde a estas preguntas. Necesitamos desafíos para asegurar nuestro crecimiento moral y espiritual. No estamos aquí solo para festejar; para eso es lo que está el paraíso.

¿Por qué entonces es la vida una prueba? Dado que Dios es perfectamente bueno, Él quiere que cada uno de nosotros sea un creyente y, como resultado, experimentemos la felicidad eterna en el paraíso. Dios nos muestra claramente que quiere la fe para todos nosotros: “Y no aprueba la incredulidad de Sus siervos”.18

Esta aleya es una muestra clara de que Dios no quiere que nadie vaya al infierno. Sin embargo, si enviara a todos al paraíso, se produciría una grave violación de la justicia; Dios estaría tratando a Moisés, a Faraón, a Hitler y a Jesús de la misma manera. Es por ello que se necesita un mecanismo para asegurar que las personas que entran al paraíso lo hacen en base a sus méritos, lo cual nos explica del por qué la vida es una prueba. Esta vida es solo un mecanismo para ver quiénes de nosotros realmente merecen la felicidad eterna. Como tal, la vida está llena de obstáculos que actúan como pruebas de nuestra conducta.

En este sentido, el Islam nos empodera al hacernos ver que el sufrimiento, el mal, el daño, el dolor y los problemas no son más que una prueba pasajera. Sí, podemos divertirnos, pero no debemos olvidar que hemos sido creados con un propósito y ese propósito no es otro que reconocer y adorar a Dios.

El punto de vista islámico nos empodera de forma que nos muestra que las pruebas se consideran una señal del amor de Dios. El Profeta Muhammad صلى الله عليه وسلم dijo: “Cuando Dios ama a un siervo, lo prueba”.19

La razón por la que Dios prueba a aquellos a quienes ama es porque quiere concederles una vía por la cual pueden conseguir la felicidad eterna del paraíso, el paraíso del amor y la misericordia divina. Dios dice al respecto en el Corán: “¿Acaso creéis que entraréis al Jardín sin antes pasar por lo mismo que pasaron quienes os precedieron? Sufrieron el infortunio y la tribulación, y estaban tan conmovidos que incluso el mensajero y los creyentes que con él creían dijeron: ‘¿Cuándo llegará la ayuda de Dios?’ En verdad, la ayuda de Dios está cerca”.20

La belleza de la tradición islámica es entender la concepción de que Dios, que nos conoce mejor de lo que nos conocemos a nosotros mismos, y saber que ya nos ha empoderado y nos ha dicho que tenemos lo necesario para superar estas pruebas. “Dios no pide nada a nadie más allá de sus posibilidades”.21

No obstante, si no logramos superar estas pruebas, después de habernos esforzado todo lo posible, la misericordia y la justicia de Dios nos garantizan que seremos recompensados ​​de alguna manera, ya sea en esta vida o en la vida eterna que nos espera.

Conocer a Dios, las dificultades y el sufrimiento, nos permite reconocer los atributos de Dios, como el Protector y el Sanador. En consecuencia, sin el dolor de la enfermedad no apreciaríamos atributos de Dios como el Sanador o el que nos da salud. Llegar a reconocer a Dios en la tradición espiritual islámica es un bien mayor, y vale la pena experimentar el sufrimiento o el dolor que ello pueda conllevar, ya que nos asegurará alcanzar el cumplimiento de nuestro propósito principal, que en definitiva nos conducirá al paraíso.

 

Un bien mayor

El sufrimiento y el mal permiten un bien mayor, también conocido como el bien secundario. El bien primario es el placer físico y la felicidad, y el mal primario es el dolor físico y la tristeza. Algunos ejemplos de bondad secundaria incluyen el coraje, la humildad y la paciencia. Sin embargo, para obtener un bien secundario, como el coraje, debe haber un mal primario, como la cobardía. Según el Corán, un bien sublime, como el coraje y la humildad, no pueden tener el mismo valor que el mal: “Di (oh Profeta), no es lo mismo el mal que el bien, aunque te asombre lo abundante que es el mal. Sed conscientes de Dios, oh gente de intelecto. Quizás, así, prosperéis”.22.

 

Libre albedrío

Dios nos ha dado libre albedrío, y ello incluye la capacidad de elegir cometer actos malvados. Esto nos explica por qué existe el mal personal, que es el mal o el sufrimiento cometido por un ser humano.

Uno puede llegar a preguntarse: ¿Y por qué nos ha dado Dios el libre albedrío? Bueno, para que las pruebas en la vida sean significativas, debe haber libre albedrío. Un examen no tiene sentido si el estudiante está obligado o está siendo forzado a responder correctamente a cada pregunta. De manera similar, en el examen de la vida, los seres humanos deben tener la libertad adecuada para hacer lo que elijan. El bien y el mal perderían su significado si Dios siempre se asegurase de que escogiéramos el bien. Toma en consideración el siguiente ejemplo: alguien te apunta a la cabeza con un arma cargada y te pide que des en caridad. Acabas dando el dinero, pero ¿realmente tiene algún valor moral tu acción? Claramente no, ya que solo tendría valor si una persona libre eligiese hacerlo por voluntad propia.

 

Desapego del mundo

Según la tradición islámica, Dios nos ha creado para que podamos adorarlo y acercarnos a Él. Un principio fundamental al respecto es que debemos desprendernos espiritualmente de la naturaleza efímera del mundo, conocida como dunya, que significa algo inferior o menospreciado. El mundo efímero es el lugar de las limitaciones, el sufrimiento, la pérdida, los deseos, el ego, el exceso y el mal. El sufrimiento nos muestra cuán verdaderamente bajo es el dunya, facilitando así nuestro desapego, y así, poder acercarnos más a Dios.

Fue narrado que el Profeta Muhammad صلى الله عليه وسلم dijo: “El amor por el dunya es la raíz de todo mal”.23 Por lo tanto, el desapego del dunya es necesario para alcanzar la meta espiritual definitiva, la cercanía a Dios y, posteriormente, el paraíso.

El Corán nos confirma que el dunya es efímero y un disfrute engañoso: “Sabed que la vida mundanal no es más que juego, distracción, encanto, ostentación y rivalidad en riqueza e hijos. Su ejemplo es como el de una lluvia, que genera plantas que agradan a los sembradores; luego se marchita y ves que amarillea; luego, se convierte en paja seca [esparcida]”.24

El concepto del dunya no debe confundirse con los aspectos positivos de la creación, conocidos en árabe como ‘álamjalq. Estos conceptos se relacionan con la belleza y la maravilla de lo que Dios ha creado. Están destinados a llamar a las personas a reflexionar y comprender, lo que sirve como un medio para concluir que hay un poder divino, misericordia y sabiduría detrás de ello.

 

El sufrimiento de las personas inocentes es temporal

Aunque sabemos que detrás del sufrimiento hay bienes secundarios, podemos observar que algunas personas sufren sin experimentar ningún alivio. Es por eso que en el Islam, Dios no solo proporciona justificaciones para el mal y el sufrimiento en este mundo, sino que también lo recompensa. Al final, a todos los creyentes que sufrieron, siendo inocentes, se les concederá la felicidad eterna, y todo el sufrimiento que tuvieron, incluso si este se alargó durante toda su vida, será olvidado para siempre. El Profeta Muhammad صلى الله عليه وسلم dijo:

“… la persona que había sufrido la mayor aflicción en el mundo de entre los destinados al Paraíso será traída y será sumergida en el Paraíso por un instante. Luego se le preguntará: “Oh hijo de Adán, ¿alguna vez has sufrido? ¿Has experimentado alguna vez dificultades en tu vida? ” Él responderá: “ No, mi Señor, por Dios. Nunca he sentido sufrimiento. Nunca he visto ninguna dificultad’”.25

 

Perspectivas espirituales

Según el ateísmo, el mal no tiene ningún propósito. Es una de esas fuerzas ciegas del mundo que elige indiscriminadamente a su presa. Aquellos que son víctimas del sufrimiento y el mal, no pueden darle sentido a sus experiencias de una manera emocional o racional para así aliviar su sufrimiento o poner sus experiencias en contexto. Alguien podría haber sufrido toda su vida hasta terminar en la tumba, y todo su sufrimiento, sacrificio y dolor no tendría absolutamente ningún significado. Consideran que el mal ocurre debido a procesos físicos previos, y aquellos que experimentan el mal no tienen ningún recurso para aliviarlo. No pueden atribuir a esos sucesos ningún tipo de voluntad, ya sea humana o divina, porque, al fin y al cabo, todo se reduce a sucesos físicos ciegos, aleatorios y no racionales. Por lo tanto, la cruda realidad es que las implicaciones lógicas del ateísmo son bastante deprimentes.

La tradición islámica tiene una fuente de conceptos, principios e ideas que facilitan el viaje del creyente durante su vida. El Profeta Muhammad صلى الله عليه وسلم empoderó a los creyentes a través de la esperanza y la paciencia. Todo el sufrimiento al que nos enfrentamos es un medio de purificación espiritual, lo que nos facilita llegar al paraíso, en el que olvidaremos todo sufrimiento que hayamos experimentado:

“Ninguna calamidad le acontece a un musulmán, sino que Dios expía algunos de sus pecados a causa de ello, aunque sea el pinchazo que recibe de una espina”.26

“Asombroso es el asunto del creyente, en verdad todo su asunto es bueno para él, y no es más que para el creyente. Si le sucede algo bueno / feliz, está agradecido y eso es bueno para él. Si le ocurre algo malo, es paciente y eso es bueno para él “.27

Incluso los desastres naturales y las enfermedades fatales se perciben en el Islam a través de la esperanza, la misericordia y el perdón. La perspectiva islámica sobre la enfermedad es que es una forma de purificación, que facilita la dicha eterna en el paraíso para aquellos que están enfermos. Es por lo que el Profeta Muhammad صلى الله عليه وسلم animó a visitar a los enfermos:

“Alimenta a los hambrientos, visita a los enfermos y libera a los cautivos”.28

Quienes cuidan a los enfermos son recompensados ​​con misericordia y perdón, y finalmente con el paraíso.

Hay muchas tradiciones proféticas que elaboran sobre estos puntos. Por ejemplo, el Profeta Muhammad صلى الله عليه وسلم dijo que, si un creyente muere de una plaga o una enfermedad estomacal, es considerado un mártir29, y todos los mártires van al paraíso.30 Hay narraciones inspiradoras llenas de misericordia, recompensa y bendiciones para aquellos que visitan y atienden a los enfermos; el Profeta Muhammad صلى الله عليه وسلم nos enseña que quien visita a una persona enferma “se adentra en la misericordia, hasta que se sienta, y cuando se sienta se sumerge en ella”.31Una narración conmovedora y poderosa del Profeta Muhammad صلى الله عليه وسلم nos enseña que los que visitan a los enfermos encontrarán a Dios con ellos:

“En verdad, Dios, el Exaltado y Glorioso, dirá en el Día del Juicio: ‘¡Oh Hijo de Adán! Me enfermé, pero no me visitaste ”. La persona preguntará: “ ¡Oh, mi Sustentador! ¿Cómo podría visitarte si tú eres el Sustentador de los Mundos? ¿Y cómo puedes enfermar? ”. Él, el Todopoderoso, dirá: “ ¿No sabías que tal siervo mío estaba enfermo? Pero no lo visitaste. ¿No sabías que, si lo hubieras visitado, Me habrías encontrado con él? ‘”32

Incluso en el caso de desastres naturales como tsunamis, las víctimas creyentes son consideradas personas del paraíso ya que la muerte por ahogamiento se considera como martirio en la tradición islámica. El Profeta Muhammad صلى الله عليه وسلم dijo al respecto: “Cualquiera que muera ahogado es un mártir”.33 Los eruditos islámicos concluyen que si un creyente muere como resultado del derrumbamiento de un edificio durante un terremoto (algunos incluso lo extienden a un avión o un accidente automovilístico), se le considera de entre la gente del paraíso. El Profeta Muhammad صلى الله عليه وسلم dijo que una de las categorías de los mártires incluye “aquel que muera en un (edificio) derrumbado”.34

Pero Dios podría crear un mundo sin sufrimiento

A pesar de todo lo que hemos comentado hasta ahora, una objeción clave que generalmente se hace, es: “pero Dios podría crear un mundo sin sufrimiento”. Este argumento es sólo un reempaquetado del argumento original que hemos presentado anteriormente; la misma pregunta en otras palabras sería: ¿Por qué Dios ha permitido que exista el mal y el sufrimiento? Por lo tanto, se aplica la misma respuesta que ya dimos en su momento; por la Sabiduría divina.

Quien hace esta objeción lo hace porque no puede entender el porqué de la maldad y el sufrimiento en primer lugar, y cree que un Dios misericordioso y poderoso debería estar obligado a prevenir todo mal y sufrimiento. No obstante, la respuesta ya se ha abordado en este capítulo. El “problema” del mal y el sufrimiento no es un problema para el creyente, ya que el mal y el sufrimiento se entienden como funciones de la profunda sabiduría, perfección y bondad de Dios. Las enseñanzas espirituales del Islam crean en nosotros un sentido de esperanza, paciencia y tranquilidad. La implicación lógica del ateísmo es que, uno está sumido en un estado de desesperación sin encontrar ninguna respuesta al porqué de la existencia del mal y el sufrimiento. Esta ignorancia se debe principalmente a un egocentrismo que hace que los ateos fracasen en su capacidad de ver las cosas desde otra perspectiva, tal como lo era yo, cuando pensé que mis padres eran maliciosos cuando me impidieron beber el wiski de mi abuelo.

 

Autor: Hamza Andreas Tzortzis

Traductor:  Sh. Mohammad Idrissi

Articulo tomado de Sapience Institute

 

Referencias:

1 El argumento del problema del mal y el sufrimiento ha sido expuesto de diversas maneras. Algunos de los argumentos usan las palabras benevolente, misericordioso, amoroso o bueno de manera intercambiable. A pesar del uso variable que puedan tener las palabras, el argumento no cambia. En lugar de usar la palabra bueno, también se podrían usar términos como misericordioso, cariñoso, bondadoso, etc. El problema del mal asume que el concepto tradicional de Dios debe incluir un atributo el cual implique que Dios no quiere que exista el mal y el sufrimiento. Por lo tanto, el uso de palabras alternativas como misericordioso, cariñoso y bueno no afectan al argumento.

2 Diapositivas El problema del mal, Universidad de Notre Damme. Disponible en: https://www3.nd.edu/~dpattill/Courses/Intro%20Fall%2015/Slides/Problem%20of%20Evil%20Slides.pdf [Consultado el 1 de octubre de 2020].

3 Ibíd.

4 Ibíd.

5 Ibíd.

6 Ibíd.

7 Esta suposición ha sido una adaptación del enfoque del profesor William Lane Craig sobre el problema del mal. Moreland, J. P. y Craig, W. L. (2003). Fundamentos filosóficos para una cosmovisión cristiana. Downers Grove, Ill, InterVarsity Press. Ver capítulo 27.

8 Shaha, A. (2012). Manual del joven ateo, pág. 51.

9 Esta parte de la historia nos muestra la misericordia de Dios. Todos los niños entran en el paraíso, que es la felicidad eterna, independientemente de sus creencias y acciones. Por lo tanto, el hecho de que Dios inspire al hombre a matar al niño debe entenderse a través de la misericordia y la compasión.

10 El Corán, Capítulo 18, Versículos 65 al 82.

11 Ibn Kathir, I. (1999). Tafsir al-Qur’an al-‘Adhím. Vol 5, pág. 181.

12 Ibíd.

13 Ibn Taymiyyah, A. (2004). Maymu ’al-Fatawa Shayjul Islam Ahmad bin Taymiyyah. Vol. 14, pág. 266.

14 Ibn Taymiyyah, A. (1986). Minhay al-Sunnah. Editado por Muhammad Rashad Salim. Riad: Jami’ah al-Imam Muhammad bin Saud al-Islamiyah. Vol 3, p142.

15 Citado en Hoover, J. (2007). Teodicea del optimismo perpetuo de Ibn Taymiyya. Leiden: Brill, p.4.

16 El Corán, Capítulo 51, Versículo 56.

17 El Corán, Capítulo 67, Versículo 2.

18 El Corán, Capítulo 39, Versículo 7.

19 Narrado por Tirmidhi.

20 El Corán, Capítulo 2, Versículo 214.

21 El Corán Capítulo 2, Versículo 286.

22 El Corán, Capítulo 5, Versículo 100.

23 Shuʿab al-Iman de Al-Bayhaqi, se remonta a Al-Hasan Al-Basri, quien lo atribuye al Profeta Muhammad صلى الله عليه وسلم. Los eruditos han calificado esta tradición profética como hasan; su nivel de autenticidad es bueno.

24 El Corán, Capítulo 57, Versículo 20.

25 Narrado por Muslim.

26 Narrado por Bukhari.

27 Narrado por Muslim.

28 Narrado por Bukhari.

29 Cualquiera que cometa un atentado suicida bomba o se dedique al terrorismo y muera como resultado de ello, no se considerará un mártir. Este tipo de actos malvados están totalmente prohibidos en el Islam.

30 Narrado por Muslim.

31 Narrado por Ahmad.

32 Narrado por Muslim.

33 Ibíd.

34 Ibíd.